Educación escolar y familia: El efecto Pigmalión y autoestima académica

 

 

Efecto Pigmalión en el aula

 

El efecto Pigmalión aplicado al entorno escolar hace referencia a cómo las expectativas del profesor (tutores o padres) sobre el alumno pueden condicionar su comportamiento y afectar a su evolución académica.

 

efecto pigmalion

 

En un experimento clásico muy conocido, Robert Rosenthal y Lenore Jacobson seleccionaron al azar un grupo de estudiantes en una escuela de primaria mediante una serie de tests de inteligencia. Sin embargo,  indicaron a sus profesores que, debido a las altas capacidades de los alumnos elegidos, tendrían grandes mejoras académicas durante el curso. El análisis de los resultados académicos y las mediciones de los tests realizados ocho meses después, demostró que el rendimiento de los alumnos elegidos durante el curso mejoró considerablemente. En el aula se dio lo que se conoce en psicología como profecía autocumplida, es decir, las creencias del profesor acerca de las capacidades de sus alumnos originaron conductas que el mismo profesor esperaba. No sólo las expectativas positivas o negativas del docente pueden afectar al comportamiento del alumno (como vemos en el experimento de Elliot) sino que, además, pueden afectar al nivel intelectual del mismo.

El propio Rosenthal considera cuatro factores determinantes que permiten explicar cómo las expectativas del profesor pueden transmitirse a los alumnos de los que se espera más:

1) Se genera un clima emocional más cercano. Esto principalmente se debe a la utilización de un lenguaje no verbal inconsciente que permite transmitir las emociones a través de gestos, expresiones faciales, tono de voz, miradas, sonrisas,… Esta comunicación no verbal constituye un complemento imprescindible del lenguaje verbal oral y permite al alumno captar y reaccionar ante los mensajes transmitidos por el profesor.

2) Se enseña más materia. Las expectativas creadas en la capacidad del alumno hacen que el profesor se esfuerce más para explicar nuevos contenidos académicos y sea más exigente con el alumno del que espera más. Esto no ocurre con los alumnos que el profesor cree que son menos inteligentes.

3) Se les pregunta más. El profesor confía más en las respuestas de estos alumnos, por lo que se les pregunta más y con mayor grado de dificultad. Les ayuda más en las respuestas al sugerirles alternativas, les interrumpe menos, les da más oportunidades de respuesta  y más tiempo para responder.

4) Se les elogia más. Cuanto más se cree en el niño más se le alaba para que pueda obtener el mejor resultado. Si el profesor no cree en la capacidad del  alumno, puede aceptar una respuesta incorrecta o incompleta.

 

Un caso real

En un claustro de profesores se resaltan aspectos personales y académicos (mayoritariamente negativos) que caracterizan a cada uno de los alumnos de un grupo. El objetivo es “orientar” a los profesores que tendrán estos alumnos en el nuevo curso. Una forma de etiquetar a estos alumnos que condicionará sobremanera a los docentes  en su forma de actuar y que no considera la posibilidad de que el alumno pueda cambiar y mejorar. Un ejemplo claro de “Pigmalión negativo” sin utilidad práctica.

 

 

Induciendo expectativas de éxito

 

Los alumnos están condicionados por su propia historia personal y su percepción de la propia valía, lo cual es imprescindible para alcanzar los objetivos planteados. El profesor ha de saber inducir expectativas de éxito en todos sus alumnos. Especialmente importante es la fase inicial del curso en la que el docente transmite los objetivos que pretende alcanzar. Comparemos dos versiones diferentes correspondientes al inicio de un curso académico:

Un caso real

  1. “Este año os espera una asignatura muy difícil de aprobar. Aquel que no tenga una base sólida de conocimientos adquiridos se puede ya despedir”
  2. “Este año os espera un curso lleno de retos que todos podréis superar aportando todo lo que sabéis y todo lo que aprenderéis”

 

El mensaje transmitido en el primer caso es que sólo el alumno que tenga capacidad podrá obtener resultados académicos satisfactorios. No hay margen para la mejora a través del esfuerzo y el alumno que tenga malas experiencias pasadas rápidamente se desmoralizará y desconectará del resto del grupo.

En el segundo caso, se acepta que el alumno sabe y que lo que sabe es importante y, a partir de este conocimiento, se generará el nuevo aprendizaje. Se transmite un mensaje de esperanza y el alumno entenderá que aportando la mejor versión de sí mismo podrá obtener resultados satisfactorios. Y no todo se restringe a lo académico.

El aprendizaje es un proceso activo en el que el cerebro cambia continuamente. Debido a la singularidad que constituye este proceso, la atención a la diversidad requiere flexibilidad y, además, el profesor ha de esperar siempre algo del alumno.

La forma que permite que los alumnos quieran participar en el proceso de aprendizaje pasa por mejorar su motivación intrínseca. Si la materia estudiada suscita el interés del alumno, todo el proceso se verá facilitado, aunque se ha de asumir que no siempre podemos esperar estar motivados para realizar las tareas. En ese caso, hay que echar mano de la voluntad y del sentido de responsabilidad que sabemos que no son innatos y pueden aprenderse. Otra razón más para no restringirse a la enseñanza de contenidos puramente académicos.

 

El profesor ha de fomentar la participación del alumnado. Cuando el alumno interviene directamente en el proceso de aprendizaje asume un sentido de pertenencia que facilita su progreso.

 

Un caso real

Comparemos dos formas diferentes de fomentar la curiosidad y la participación del alumnado en la clase:

  1. “No se hacen preguntas y punto”. Es la respuesta dada por una profesora de bachillerato a una compañera que se sentía aturdida porque sus alumnos hacían muchas preguntas.
  2. “Cada vez que los alumnos me hacen una pregunta les digo que es una excelente pregunta. Lo último que quieren es que se sientan estúpidos y tú muy listo”6dice Walter Lewin, prestigioso astrofísico que ha impartido docencia en el MIT durante más de cuarenta años.

 

autoestima escolar

 

Potenciando la autoestima

 

La idea que tenemos sobre nuestra capacidad para afrontar una tarea o un problema, influye de forma decisiva en nuestro comportamiento. La autoestima académica constituye la percepción y valoración que hace el alumno de sí mismo asociada al entorno escolar. Si conseguimos potenciarla obtenemos una forma de motivación que mantiene una relación directa con el éxito académico, es duradera e independiente del profesor.

El docente debe contribuir a que los alumnos tengan autoconceptos positivos pero, para poder infundirlos, ha de fortalecer su propia autoestima. Hemos de predicar con el ejemplo. Cuando uno se siente satisfecho y alegre es más fácil hacer las cosas.

A continuación, enumeramos algunos factores críticos que el profesor  ha de considerar para potenciar la autoestima de sus alumnos:

1) Asumir que todos tenemos capacidades.

2) Adaptar las tareas a las posibilidades del alumno.

3) Fomentar la participación.

4) Reconocer el esfuerzo realizado (el éxito se debe al esfuerzo no a la capacidad).

5) Enseñar que el error forma parte del proceso de aprendizaje.

6) Centrarse en las fortalezas del alumno no en sus carencias.

7) Adoptar una perspectiva optimista  y un estilo más positivo (ya sabemos que nuestras creencias condicionan nuestros comportamientos).

Si no se facilitan expectativas de logro y el alumno atribuye su éxito académico a acontecimientos que no puede controlar, ya sean externos (“el profesor me odia”) o internos (“yo no valgo para las matemáticas”), se puede provocar indefensión aprendida, sobre todo si la autoestima es baja. Esta situación conlleva apatía casi total y una pasividad permanente. Curiosamente, la mayoría de decisiones en el ámbito escolar relacionadas con el aprendizaje están fuera del control del alumno.

 

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El profesor: gran protagonista del aprendizaje escolar

 

profesor efecto pigmalion

 

La imitación constituye una forma de aprendizaje muy potente y que se da de forma natural en los niños. Por ello, el profesor ha de convertirse en un referente válido que permita adquirir al alumno conductas nuevas a través de la observación. Como ejemplo de este importante recurso educativo, les invito a que vean el siguiente video en el que se muestra lo que se conoce en psicología como aprendizaje vicario o social.

Muchos estudios que muestran la relación entre cognición y emoción sugieren que para optimizar el aprendizaje es imprescindible que el estado de ánimo sea positivo. Pero somos conscientes que en la escuela actual se suele resaltar todo lo que nuestros alumnos no saben hacer y cuando se da el elogio se limita a los que creemos que son nuestros mejores alumnos. De esta forma, es fácil desmoralizar a gran parte del alumnado.

Los nuevos tiempos requieren una formación continua de los docentes que les permita dominar la materia impartida. Si eso no ocurre es difícil que el profesor pueda disfrutar enseñando y transmitir el entusiasmo necesario para motivar a su alumnado.

Un caso real

En una clase del bachillerato científico, más del 50 % de los alumnos eligieron cursar la licenciatura de Ciencias Físicas. El profesor era un apasionado de esa disciplina y supo transmitir su pasión e intereses a sus discípulos.

Nosotros también fuimos alumnos y comprobamos que el buen profesor era aquel que era capaz de transmitir entusiasmo por su materia pero, a la vez, mostraba cariño por sus alumnos, es decir, hacía funcionar el cerebro racional y el emocional en plena sintonía.

 

Manfred Spitzer lo expresa muy bien: “¡La persona del profesor es el instrumento didáctico más potente! No es el retroproyector, la pizarra, ni la presentación en Power Point. Ninguno de estos medios, sino un maestro entusiasmado por su materia, que de vez en cuando elogia a los alumnos y que tal vez sea incluso capaz de mirarles con afecto, ése es el maestro que logra poner en marcha su sistema de gratificación”.

La profesión docente aporta una gran satisfacción pero conlleva una enorme responsabilidad. El futuro de las nuevas generaciones está en juego y necesitamos expectativas positivas.

 

 

 

Fuente: http://escuelaconcerebro.wordpress.com con